Todos sabemos que la vida es un camino que sólo se puede recorrer hacia adelante, que no es posible volver atrás.
En el fondo, nuestra existencia es muy parecida a una regata. Somos navíos que van surcando el mar, a veces cruzándose, a veces estorbándose, a veces colaborando, pero siempre avanzando hacia la meta sin poder hacer otra cosa. Por delante, el océano por descubrir, el viento que nos empuja y lo desconocido. Por detrás, la estela que nos dice de dónde venimos, pero nunca hacia adonde vamos ni hacia adonde debemos ir. La estela no puede marcarnos el rumbo. Todo depende de cómo manejemos el timón, de la tripulación que seamos capaces de enrolar y de nuestra habilidad para conseguir una travesía satisfactoria o enredarnos en mil tormentas hasta que alguna de ellas consiga llevarnos al fondo del mar.
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