lunes, 8 de julio de 2013

La mania de leer


Resulta que ahora no me escribe ni Dios.
Y si perdí popularidad por decir lo que pienso, entonces es normal que no me escriba ni Dios.

Últimamente sólo recibo correos de tiendas Kiabi por el afán que tuve una vez de comprarme ropa barata y también de la Lotería del Estado supongo que por el afán de convertirme por fin en un príncipe. Algo que nadie sospecha, pero que en el fondo soy.

Total, que abro y abro el correo, las veintiocho cuentas que tengo y nada. Tías que me tiran los tejos, pensarán que follo, que estoy bueno, no sé. Tengo gafas. No sé si eso vale, pero vamos. En fin, que yo siempre escribo a alguien que me apetezca, pero es verdad que últimamente tampoco me apetece y de hecho tuve que decirle a mi madre que no me pregunte más qué me pasa, porque no tengo ganas de escribirle que no me pasa nada.

Si, ella también me escribe, después de Kiabi y Loterías del Estado.

Me di de alta en Twitter de puro aburrimiento. Ya sé que lo mejor sería leer un libro, pero mira me dije "¿por qué no?" a lo mejor encuentro por aquí un editor que me diga "te harás rico con lo que escribes" entonces juro por la madre que me parió que me descojoné. Porque esas cosas a mi no me pasan. A mi me pasan cosas del tipo: me quedo sin almohada en la feria, se me cae el cinturón al inodoro, me mandan al departamento jurídico porque tengo una deuda con el banco, o me llaman amigas que realmente se quieren suicidar y me piden consejo. Digamos.... cosas normales. Cosas que me dejan dormir muy tranquilo, la verdad, porque para preocupaciones mi bandeja de entrada que está vacía.

Vacía de tanto vacío.

Vacío de ti.

De mi.

De todo.

De nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario