Hay un libro apoyado a la derecha de la almohada. No veo el título, ni el dibujo de la portada, pero veo su silueta, su contorno, sus cuatro lados y sus cuatro esquinas. Veo, desde mi privilegiada posición erecta en el sofá, las paginas marcadas, dobladas una y otra vez durante años, acariciadas y maltratadas. Veo las huellas de todos los que alguna vez abrieron sus tapas y las sujetaron entre sus manos con la fuerza suave del ávido lector.
Y unos ojos marrones, vaciados de tristeza, rodeados de interrogantes, me ven a mi desde mi ventana. Como si de un libro se tratara...
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