jueves, 20 de diciembre de 2012

La final de La Voz


Llovió tanto durante los últimos seis días que el pueblo entero quedó sumergido y todos respirábamos a través de largas pajitas a rayas, rojas unas, azules o verdes otras,incluso amarillas algunas, regalo del excelentísimo ayuntamiento. Todos sonreíamos con nuestras pajitas. Todos sonreímos nerviosos cuando aquel funcionario pegó en cada puerta y, mirándonos a los ojos, nos dio una pajita a rayas, rojas unas, verdes o azules otras, incluso amarillas algunas. Yo sonreí tanto que se me desencajó la mandíbula. Yo y mi pajita. 

Y empezó el dolor.

Me dolía la raíz del pelo, las patillas de las gafas y la entrepierna del vaquero. Me dolía la indiferencia, el dogma del ignorante y la felicidad del déspotaMe dolía mirar a los ojos de la vecina y oír sólo sus gritos. Me dolía ver la calle a través de un cristal. Me dolía el sofá, los platos y las tazas. Me dolía tu dedo en mi llaga y mi dedo en tu culo. Me dolían las prohibiciones y la falta de civismo.

Sólo murieron los perros y los periquitos. Los gatos se adaptaron bien al cambio, bigotes húmedos; los insectos consiguieron nadar con gracia y elegancia; las ratas reían alegres, enseñando sus amigables fauces, ahora limpias y relucientes.
Todo eran cabellos al viento (al agua), piernas elásticas y brazos cariñosos. Al nadar me liberé de todos mis miedos, las esquinas no escondían más secretos, las puertas ya no se cerraban dejándome fuera, la bienvenida herrumbre carcomió las cadenas del preso, atascó la boca del político.
Los niños rompieron los muros y gritaron VICTORIA. Nunca antes se había pronunciado esa palabra con esas voces. Los muros cayeron, y la VICTORIA se apagó poco a poco... Primero desapareció la V, la I la siguió deshecha en lágrimas y la C corrió a consolarla. No quiero recordar lo que le sucedió a las demás.
Pero después de eso, tras el derrumbe de los muros y los chillidos de los niños, después de las sonrisas disecadas y del roce de tus manos, el sonido de tu voz, el olor de tu monte, después de todo eso las pajitas se volvieron negras, tus labios tornaron violetas y mi piel se pudrió.
Ahogado de ausencia.




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