jueves, 15 de agosto de 2013

Esperando al cartero

Un día las palabras decidieron juntarse.

La creatividad se acodó junto a la melancolía y formaron los recuerdos. Éstos se hicieron fuertes, crearon una historia, una voz, sensaciones y sueños. A veces, le daban cierto paso a la alegría, a veces se dejaban seducir por la tristeza. Pero se hicieron fuertes y conformaron la memoria.

La memoria comenzó a crecer, a llenarse con despojos de lo que no fue, vivencias y sensaciones. Fue cuando invitaron a la ternura, una damisela inasible que aceptó el convite con la condición de venir acompañada. Y se asomo el inusitado amor: hacían una buena pareja.

Pero lo bueno dura poco y un día apareció la muerte, advirtiéndoles a todas que no se olviden de ella, que espera pacientemente al final del sendero. Las palabras se miraron, la desdeñaron con un gesto e invitaron a otras a sumarse: Entonces arribó la esperanza, que también vino acompañada y trajo a la utopía.

Junto a la utopía y esa metáfora de caminar, de no detenerse porque detenerse significa la muerte, llegó una vieja compañera de ruta: la revolución. Venía ajada por los años, denostada, manoseada, vilipendiada, casi agonizante, pero todavía en pie. Y también se quedó.

Desde entonces las reúno a todas y las tengo presentes para que no se celen.

A veces —muy pocas— logro juntarlas como quiero, mientras se empecinan en formar su propia historia y convocan a otras para contar lo que se les antoja. Pero no les guardo rencor. Son así: necesarias, ingratas, solidarias, cómplices, personales.


ilustracion esperando al cartero











No hay comentarios:

Publicar un comentario