miércoles, 10 de julio de 2013

A la sombra del eco

Hoy voy hablar yo.

Me he despertado más temprano de lo habitual, me he duchado por la mañana cuando siempre lo hago por la noche. Me he preparado un té, en vez de un café, no me he puesto crema ni me he afeitado. No sé si lo haré. 
Estoy harto de tanto egocentrismo.
Yo, yo, y yo.
¿Alguien es capaz por un momento de pensar en el otro, en el otro lado, en el otro espejo, en el otro reflejo, en las otras voces, en los otros? ¿En estos? Las letras son gratuitas, o eso parece y no hay forma más inútil que volcarlas en un blog. ¿Para qué escribo? ¿para quién escribo? ¿por qué escribo? 

Agradece que sabes escribir gilipollas. Agradece que eres capaz de poner dos palabras juntas que tienen sentido imbécil. ¿Te crees especial? No lo eres. Entérate. No lo eres. Eres tan normal y patético como cada uno de nosotros.

Las palabras... eco de tu propio vacío. ¿La poesía? la poesía está en la calle. Porque hay un mundo allá afuera que sigue contigo o sin ti, porque le importas un carajo, porque le suda la polla que escribas o que no escribas a favor o en contra de él. ¿Pero sabes qué? ese mundo es real, el tuyo... una fantasía.

El tuyo nadie lo comparte, porque date cuenta que al fin y al cabo, eres un eslabón de la cadena de la hipocresía, de la mentira, de la intolerancia, de los impacientes, de los cobardes, de los resignados.

Seguro que cuando te miras cada mañana en el espejo ni siquiera te reconoces. Ya no eres capaz de ayudar a nadie, porque estás solo, no hay nadie a quien ayudar... quedan unos geranios secos en la ventana, un sol de justicia que no ha pedido permiso, un silencio en la habitación desordenada, unos dedos que escriben, una mente que habla... y una pequeña sospecha de que muerto se está mejor.




ilustracion a la sombra del eco


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