jueves, 6 de febrero de 2014

Discontinuamente real

Te acostumbras a la soledad, o no. Aceptas la soledad, o no. Necesitas soledad, o no. Buscas soledad, o no.

O simplemente, todo lo anterior, a veces.


Sea como fuere, el caso es que existes en soledad.

Existes tú y existe ella. Ambos, en disolución, sin que importe quién es el disolvente y quién el soluto.


Y se produce el fenómeno... Chispazo, destello, instante. CONTIGO SOY MEJOR.


Y deseas que todos los días sea así y te pones triste porque sabes que tiene que existir la discontinuidad. Te dan ganas de probar la continuidad, te preguntas ¿por qué no? ¿y si fuera posible?, a sabiendas que no es así.

No me voy a poner en plan científico y sacar todo el tema ese de las hormonas y la química del amor. Míralo así, con algo de química pero menos complejo. Míralo como algo que todos sabemos, por ejemplo, que si acostumbras el cuerpo a una medicina, ésta acaba por no hacer efecto.

Así pues, discontinuidad, se necesita discontinuidad, a pesar de que tú me haces sacar lo mejor de mi. Discontinuidad, triste, necesaria y maldita discontinuidad.

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Sacas lo mejor de mi

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